domingo, 31 de octubre de 2010

El sonido de la letra h.

El sonido de la letra h.

El tipo sale a andar en busca de algo que le falta.
Apagando un montón de opciones que tiene y la luz de la sala.
Pretende encender otras cosas en la ciudad que duerme por partes.
Las preguntas siempre son buenas. Pero contienen la extraña virtud de reproducirse ante las respuestas.
Así como las especies encuentran ganas de reproducirse en determinadas épocas y circunstancias, las preguntas se sienten excitadas y fértiles en las respuestas. Copulan, se multiplican y van por más.
Las respuestas sin embargo, parecen menos inquietas.
Como piedras nacen y se quedan al borde de los caminos. Puntos de llegada pero más de partida. Útiles. Imprescindibles. Pero inertes y silenciosas.
Aún a los gritos.
En una ruta llena de noche la respuesta en el cartel amarillo, justo antes de una curva, es más que un oasis.
De día, no alcanza ni a espantapájaros.
El tipo elige un bar.
Como todos, el bar quiere ser un signo de admiración.
Una tecla del teclado.
Una que de por sí, necesita de otras.
Entre letras de diálogos, entra. Pide un trago.
Necesita de unos puntos suspensivos.
Las chicas que deambulan por el lugar son signos de pregunta, son signos de admiración pero más son incógnitas.
Hermosas letras equis de distintos colores.
Los diálogos que escucha de contramano son incomprensibles.
Puras consonantes entre borbotones de música muy fuerte.
Toma unos tragos, pulsa lagunas teclas. Falla.
Insiste sin humor, no tiene suerte.
Extraña y hermosa palabra.
Sale ya de día.
Se mueve como una s. Pero mayúscula.
Vuelve sin otros contratiempos.
Quería hablar, con h, o tal vez sin hache, sin ropa, sin nada.
Volvió de última. Con acento en la u.
La hache no existe.

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